domingo, 12 de febrero de 2012

Adolfo Suárez González. Una visión personal

Autor: Geromín. Fuente original: Actualidad sociopolítica

Al cumplirse el trigésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas celebradas en España después de la Guerra Civil, emerge de nuevo a la actualidad la figura de Adolfo Suárez, aunque esta vez con un enfoque diferente a cuando le echaron de la Presidencia del Gobierno. Entonces todos los medios de comunicación, partidos políticos y organizaciones sociales, sin excepción, vertieron críticas acerbas e incluso insultantes para su persona, mientras que ahora todos son parabienes y reconocimientos a la tarea que llevó a cabo durante un periodo de la historia reciente de España.
Es repugnante contemplar como antiguos miembros de su propio partido, que le clavaron puñales por la espalda y le traicionaron de forma ignominiosa, ahora se deshacen en alabanzas a su persona (triste comportamiento de los políticos cuyo sentido de la dignidad brilla por su ausencia). Lamentablemente esto sucede cuando él se encuentra fuera de nuestra realidad.
Discrepando de ambas posturas, me tomo la libertad de puntualizar o corregir a los eminentes historiadores y escritores que han llenado páginas y páginas describiendo y analizando a este personaje.
Esta visión, que se expone a continuación, se basa en el conocimiento de la persona y del entorno sociocultural en el que se desarrolló su juventud, factores que considero explican y, en parte, justifican sus comportamientos posteriores.
En mi opinión, en la vida de Adolfo Suárez existen tres periodos claramente diferenciados, en los que el personaje se manifiesta de manera distinta. En el primero, que finaliza, aproximadamente, cuando cumple los 25 años, aparece el Adolfo joven, alegre y audaz, pero inmerso en un entorno social que no le acepta y con una situación familiar complicada. El segundo, comprende su fase ambiciosa, en la que subordina todos sus principios y actuaciones a la consecución del objetivo buscado, que no es otro que llegar a lo más alto del escalafón político, resarcirse de las privaciones sufridas en su juventud y demostrar al mundo quien es Adolfo Suárez. Esta etapa termina cuando cumple los 60 años. Y finalmente, el tercero, que nos lleva hasta el momento presente, en el que aparece un ser humano derrotado y decepcionado, que se ve sometido a una enorme tragedia personal, que, probablemente, su mente no ha podido soportar.
Vamos a exponer, de forma resumida, los hechos y circunstancias más significativas de cada periodo.

1.- Juventud y Penurias
Adolfo (me tomo la libertad de llamarle así) nació en Cebreros, en el seno de una familia de clase media, que pronto se trasladó a Ávila. Su padre, de procedencia gallega, Hipólito, conocido por "Polo", ejercía de Procurador de los Tribunales. Era persona bastante "alegre" y de costumbres un tanto "ligeras" para la época en la que vivió. De ideas republicanas, (perteneció al partido Acción Republicana) no fue represaliado después de la Guerra Civil, merced a los buenos oficios de sus compañeros de profesión. Pero esta circunstancia hizo que nunca fuera plenamente aceptado en esa sociedad católica de los años cuarenta, en especial en una ciudad como Ávila. Por el contrario, su madre, Dª Herminia, era la típica mujer callada, sufrida y trabajadora. Venía de una familia acomodada de Cebreros, donde, entre otros bienes, poseía una fábrica de anís (Anís González). Su padre había sido fusilado por los franquistas. Circunstancia similar a la de Rodríguez Zapatero, pero con la diferencia que Adolfo nunca hizo carrera de ello, ni le presentó a la opinión pública como un mártir de las libertades.
Fueron cinco hermanos (Adolfo, Hipólito, Carmen, Ricardo y José María). Curiosamente, tres de ellos (Adolfo, Ricardo y José Maria) salieron al padre, en su forma de ser y comportamiento, mientras que los otros dos (Hipólito y Carmen) eran parecidos a la madre.
Adolfo estudió el bachillerato en el Colegio San Juan de la Cruz, regido por la Iglesia y único privado que había en Ávila (donde iban los niños que eran de "buena familia" o aspiraban a serlo). Era mal estudiante y así lo testifican los profesores particulares que intentaron inculcarle las materias de los respectivos cursos. Siendo adulto, se vanagloriaba, en múltiples ocasiones, de no haber leído nunca un libro completo. El mismo Fernando Abril Martorell, le comentaba que los libros no transmiten enfermedades y suelen tener efectos beneficiosos.
Se matriculó, por libre, en la Facultad de Derecho de Salamanca, terminando la carrera en el año 1954, a trancas y barrancas, después de un peregrinaje por otras universidades, buscando los aprobados.   
Desde muy joven tenía vocación de líder y como tal se comportaba en las pandillas juveniles que existían en la ciudad (era el jefe de los "comanches"). De trato agradable, con un carisma y un atractivo personal indiscutible. Estas cualidades le llevaron a ser Presidente de Acción Católica en Ávila, con tan solo veinte años de edad y con una formación religiosa bastante escasa.
La situación familiar, no muy boyante, desde el punto de vista económico, se vio agravada por la tendencia que tenía "Polo" a manejar el dinero que los clientes le entregaban, a cuenta, en la tramitación de los asuntos judiciales, para satisfacer sus aficiones en las mesas de juego. Esta circunstancia era de dominio público en los medios jurídicos abulenses, por lo que, a fin de evitar la apertura de un procedimiento judicial en su contra, por denuncia de algún afectado, y siguiendo los consejos de sus amigos, tomó la decisión de trasladarse a Madrid en el año 1955, dejando a la familia con serios problemas de supervivencia.
En este contexto nada favorable para Adolfo, aparece en Ávila, Amparo, hija de Ángel Illana, Coronel Jurídico del Ejército. Era una joven culta, muy católica y agraciada físicamente. Como todas las veraneantes que llegaban de Madrid para pasar el estío en Ávila, constituía un atractivo irresistible para los jóvenes universitarios abulenses que veían en ellas una posibilidad de entablar nuevas relaciones. Puede afirmarse que Amparo constituía lo que entonces se denominaba "un buen partido".
Adolfo, que para "ligar" era irresistible a las mujeres, entabló rápidamente una buena amistad con Amparo y en especial con su madre a la que se ganó para el resto de su vida. No sucedió lo mismo con el padre, que mantuvo una postura de rechazo hacia Adolfo hasta su muerte en el año 1972, ya que nunca aceptó el matrimonio de su hija.
Como se deduce de la lectura de estas líneas, la juventud de Adolfo fue bastante complicada y, en mi opinión, para una persona de sus características pudo inculcarle un sentimiento de revancha hacia la sociedad, que podría explicar algunas actuaciones posteriores.

2.- Ambición y Renuncias
En el año 1956, nombran a Fernando Herrero Tejedor, Gobernador Civil de Ávila, que resulta ser compañero de promoción de Ángel Illana. La madre de Amparo, teniendo en cuenta la situación económica y laboral en la que se encontraba Adolfo, pide a Herrero Tejedor le coloque en el Gobierno Civil en cualquier puesto, a lo que éste accede y Adolfo pasa a su Secretaría particular, para "chico de los recados". Lo mismo sube un café, que entretiene a las visitas en la antesala del despacho del Gobernador. Esta labor la lleva a cabo a plena satisfacción de su jefe, y de esta forma comienza una colaboración entre ambos que, al margen de los altibajos correspondientes, culminará con la llegada de Adolfo a la Vicesecretaría General del Movimiento.
En las distintas biografías que se han escrito sobre Adolfo, han aparecido muchos "personajillos" abulenses que se han atribuido el mérito de haber colocado a Adolfo con Fernando Herrero Tejedor, cuando la verdad es la que se expone en estas líneas.
A partir de este momento, Adolfo comienza una escalada política, que se caracteriza por una ambición desmedida, subordinando todas sus creencias y principios a la consecución del objetivo final.
En el terreno político tampoco fue aceptado de buen grado, ya que en esa época, la clase política provenía del Colegio de El Pilar u otro similar y Adolfo era un "desclasado", que encima se jactaba de despreciar la cultura.
En el año 1961, se casa con Amparo y experimenta unos cambios externos de personalidad muy significativos. Se acerca al Opus Dei, convirtiéndose en católico practicante, se obsesiona por adular a los que detentan el poder, alquila apartamento y chalet en los lugares en los que veraneaban Carrero Blanco y Alonso Vega (los jefes del cotarro), a cuyas esposas, como a la de Herrero Tejedor conquista para su causa y que a la postre resultaron ser sus valedoras en los momentos trascendentales de los ascensos políticos.
Sin entrar a detallar toda su trayectoria política, que puede consultarse en cualquier biografía, y alargaría en exceso este artículo, me centraré exclusivamente en su etapa como Presidente del Gobierno.
En mi opinión, y después de una fase inicial brillante en la que consiguió desmontar el entramado legal franquista de forma pacífica y preparar el terreno para la llegada de un nuevo sistema político, dio rienda suelta a su orgullo personal y creyéndose el "rey del mambo", se dejó llevar por sus ideas republicanas y de izquierdas (Santiago Carrillo llegó a afirmar que Adolfo era de los suyos), así como por el deseo de revancha para resarcirse de sus penurias y desprecios sufridos a lo largo de su vida y que, en parte, han quedado reflejados en este artículo.
Los errores más importantes que, desde mi punto de vista, cometió Adolfo, como Presidente de Gobierno, podemos resumirlos en los siguientes puntos:

a)     Engaño al estamento militar
En el mes de enero de 1977, Adolfo mantuvo una reunión con los altos mandos militares en la que les explicó todo el proceso político que estaba en marcha. En el turno de intervenciones, le preguntaron por el partido comunista, y él dijo textualmente "les juro por mi honor que el partido comunista nunca será legalizado". Cuando se planteó la necesidad de proceder a esta legalización, sus asesores le aconsejaron celebrar una nueva reunión para explicar que las circunstancias habían cambiado y era necesario dar este paso. Esta propuesta fue descartada por Adolfo en base a que los militares deben plegarse al poder civil y no hay motivos para dar explicaciones. A partir de este momento, y de forma gratuita, se ganó su enemistad para el resto de su existencia. 

b)     No retirarse a tiempo
En el programa elaborado por Torcuato Fernández Miranda para llevar a cabo la Transición, se establecía que desmontado el régimen anterior, Adolfo abandonaría la Presidencia del Gobierno dando entrada a otro político de mayor calado. Esta condición había sido aceptada por el propio Adolfo, como así lo manifiesta Carmen Diez de Rivera en sus Memorias, y lo corrobora Luís Herrero en su libro "Los que le llamábamos Adolfo", pero él, llegado el momento, encumbrado por el éxito y apoyado en ese momento, de forma inexplicable, por la Corona, no se plegó a este plan y se presentó a las elecciones generales de junio de 1977, fecha a partir de la cual, comenzó su declive y posterior calvario político.

c)     El Estado de las Autonomías
Los partidos políticos estaban de acuerdo en restablecer, en la nueva Constitución, la situación de España, en el momento de la sublevación militar. Es decir, aprobar unos Estatutos de Autonomía para Cataluña, el País Vasco y probablemente Galicia, sin modificar el resto de la estructura del Estado, y así lo pactó con Santiago Carrillo en la entrevista que ambos mantuvieron para planificar la entrada del partido comunista en el proceso de reforma. Adolfo fue más lejos y so protexto de no crear discriminaciones entre territorios y atendiendo las sugerencias del partido socialista, se inventó y alentó el Estado de las Autonomías, que dependiendo del día en que se trataba el tema, eran 15, 16 ó 18 las Comunidades Autónomas que aparecían sobre la mesa. No existía un plan prediseñado sobre la división territorial de España y así, al final, aparecieron comunidades como Cantabria, La Rioja o Murcia como en ningún momento habían figurado como tales. Evidentemente esta decisión terminó con el paro en la clase política y engordó hasta la saciedad los cargos públicos que viven a costa del presupuesto nacional, pero abrió un proceso, cuyo final, en la actualidad, sigue siendo impredecible. Y para mayor abundamiento no agradó a los partidos nacionalistas, sino más bien al contrario les impulsó a incrementar sus demandas. Si hubiese leído el discurso que pronunció  José Ortega y Gasset en el Parlamento español, el año 1932, sobre el Estatuto de Cataluña, habría comprendido que su postura era totalmente errónea.
    
d)     Enfrentamiento con la Corona
Aprobada la Constitución Española y sin imperativo legal, convoca nuevas elecciones para el 1º de marzo de 1979 a fin de satisfacer su ego personal y aparecer como el primer Presidente constitucional de España, quedando así desligado completamente de la Monarquía. Adolfo sabía que su candidatura a la Presidencia del Gobierno había sido una apuesta personal de Torcuato Fernández Miranda, ya que el Rey tenía una lista (Fraga, Areilza, Silva López Bravo, etc.) en la que Adolfo estaba en último lugar, pero aceptó nombrar a Adolfo con la condición de su renuncia en el momento indicado.
Como es bien sabido, las elecciones las vuelve a ganar y a partir de ese momento comienza un distanciamiento de la Corona con el fin de asumir, de forma exclusiva, el protagonismo de la Transición (llegó a maquinar para ser propuesto al Premio Nóbel de la Paz del año 1978). Esta postura, que, al día de hoy, es perfectamente comprensible, no resultaba aconsejable en ese momento y supuso el principio del fin de su carrera política.
Adolfo se quejaba, frecuentemente, del "borboneo" al que le tenía sometido el Rey, En esa época, el poder de la monarquía era muy considerable y Adolfo no valoró bien sus posibilidades. En estas circunstancias, el entorno de la Casa Real puso en marcha una campaña de acoso y derribo, movilizando todos los medios a su alcance (políticos, económicos, militares y católicos) para separar a Adolfo Suárez de la Presidencia del Gobierno.
Desde el año 1979, fecha en que toma esta decisión, hasta que se produce su cese en el año 1981, aguanta todo tipo de traiciones, calumnias, conjuras, etc.
Adolfo era consciente de estos movimientos y así se lo hizo saber a Fernando Álvarez de Miranda en una entrevista que mantuvo con él, un mes antes de su cese, llegándole a decir que conocía la propuesta que se barajaba de sustituirle por el General Armada, pero que a él le sacarían de La Moncloa con los pies por delante.

e)     Política exterior tercermundista
Fiel a sus ideas políticas y desoyendo las opiniones y consejos de sus asesores, mantuvo una política exterior tercermundista. Era enemigo de la entrada en la OTAN y así lo manifestó en reiteradas ocasiones, la última a Felipe González, cuando éste, siendo Presidente del Gobierno, le pidió colaboración para la campaña a favor de la entrada de España en esta organización y Adolfo se negó. En el conflicto de Oriente Medio se decantó por los palestinos, llegando a entrevistarse con Yaser Arafat, lo que motivó el rechazo del pueblo judío. Defendía el régimen dictatorial de Fidel Castro y asistía a las reuniones de los Países No Alineados. En resumidas cuentas un auténtico desastre en el campo diplomático.

f)      Enfrentamiento con la Iglesia y el Capital
Promovió la Ley del Divorcio, que si bien era necesaria, debería haberla tramitado de forma consensuada y probablemente sin tanta urgencia. Al año de su aprobación, solamente 12.000 parejas habían solicitado el divorcio, de las que un porcentaje elevado llevaría viviendo separados bastante tiempo. Es curioso comprobar que una persona como Adolfo que había coqueteado con el Opus Dei y presumido de un catolicismo arraigado durante su etapa de ascenso, cuando llega al poder promueva esta Ley y de la forma en que lo hizo. Esta circunstancia le supuso una seria crisis matrimonial, dadas las creencias de Amparo.
Igualmente, y de forma gratuita, se enfrentó con la gran banca, presumiendo en foros públicos que él los pondría a raya y terminaría con las ganancias abusivas. Publicó las listas de los contribuyentes en el IRPF lo que soliviantó todavía más a las grandes fortunas.

g)     Falta de autoridad en el seno de la  UCD
En el año 1977, cuando Adolfo decide presentarse a las elecciones generales, constituye en torno a su figura, una coalición de "partidillos", que no representaban a nadie, pero que sirvió para dar contenido a una oferta electoral. Esta coalición ganó dos convocatorias electorales y desató a los "barones" del partido que se creyeron verdaderos líderes políticos, lo que dio lugar a que UCD se convirtiera en un "gallinero" con muchos gallos. Esta situación se agravó cuando llegó la orden de acoso y derribo procedente de la Casa Real.
Adolfo, aunque parezca mentira, no tuvo el valor y la capacidad política necesaria para imponer una disciplina interna férrea y que cada miembro asumiese sus cometidos y responsabilidades. Por el contrario, se refugió en La Moncloa y se dedicó a jugar interminables partidas de mus con sus amigos más íntimos.

Este cúmulo de despropósitos puso en bandeja al Rey la solución del contencioso que mantenía con Adolfo, por lo que, el 22 de enero de 1981, y dada la situación en la que se encontraba el país, le pidió su dimisión.
Adolfo, probablemente cansado de luchar contra los elementos, encontrándose solo, enfrentado a todos, incluso a los de su propio partido, conociendo la existencia de un plan alternativo (solución Armada) y con el señuelo del Ducado de Suárez, que satisfacía, en parte, su orgullo personal, aceptó la propuesta y dejó la Presidencia del Gobierno.
Después de unas vacaciones, y una aventura empresarial no muy exitosa, intentó regresar a la política, fundando un nuevo partido, el Centro Democrático y Social (CDS), con la finalidad de convertirse en un partido bisagra que tuviese poder de decisión, entre los dos grandes partidos que se perfilaban. Después de unos éxitos iniciales, pero efímeros, el proyecto no cuajó y, curiosamente, próximo a cumplir los 60 años, en el año 1991, decidió abandonar la política.

3.- Decepción y Tragedia
Esta nueva fase de su vida se caracteriza por la reaparición del ser humano, desprovisto de ambiciones, decepcionado por los acontecimientos y por el comportamiento de las personas.
Cuando se encontraba en una fase de relajación y de reencuentro con la familia, a su hija predilecta, Mariam, que fue la única que le había arropado en los momentos difíciles, se la detecta, en el año 1993, un cáncer de mama, estando embarazada de tres meses. En contra de la opinión de los especialistas, no consiente someterse a ningún tratamiento, pues sus creencias católicas la impiden poner en riesgo la vida del feto. Este tiempo perdido, parece ser, fue decisivo para la evolución de la enfermedad, que después de mantener una lucha titánica contra ella, termina con su vida en el año 2004, cuando ya su padre no es consciente del fallecimiento.
La situación se le complica aun mas, cuando, al año siguiente, en 1994, a Amparo se la detecta la misma enfermedad, pero todavía más agresiva, pues fallece en el año 2001, después de una penosa evolución.
Los diez años transcurridos entre 1992 y 2002, fueron muy duros para Adolfo y estuvieron dedicados, íntegramente, a su familia y a intentar salvar la vida de sus seres queridos. Su vida transcurría en las clínicas, pendiente de los resultados de las pruebas, de los tratamientos aplicados y de las operaciones a las que se sometían Mariam y Amparo.
Como las desgracias nunca vienen solas, reaparecieron problemas económicos que parecían ya olvidados y que le obligaron a desprenderse de parte de su patrimonio y a verse implicado en procesos judiciales que pudieron manchar su imagen.
Fueron tiempos de homenajes, premios, condecoraciones, etc. que no compensaban, en absoluto, el dolor y la tristeza que le invadía.
En mi opinión, estas trágicas circunstancias, junto con un abatimiento personal por el desencanto político, fueron los desencadenantes de su enfermedad mental.
En el año 2003, se le detectó un problema cerebral, incipiente pero degenerativo, que al final le ha llevado a la situación actual, en la que no es consciente de la realidad en la que vive.  
Durante un tiempo, ha estado al cuidado de Maria Elena, la "tata" de toda la vida, pero que también falleció. En la actualidad, es su hija, Laura, curiosamente la más despegada de la familia, ya que había permanecido largas temporadas en Londres, la que, con ayuda de personal especializado, se encarga de su cuidado y parece ser le han devuelto a una situación menos lastimosa que la que tenía.
Recientemente, a su otra hija, Sonsoles, se le ha diagnostico otro tumor similar al de su madre y hermana del que parece ser podrá recuperarse.

No quisiera terminar este artículo sin resaltar el "comportamiento" de su hijo, Adolfo Suárez Illana "Junior", que erigido en portavoz de la familia, intenta estar presente en todos los foros en los que se habla de su padre, para rentabilizar su figura en beneficio propio.
A pesar de este "afecto" filial, no dudó en presentarle, públicamente, en un mitin durante la campaña de las elecciones autonómicas del año 2003 para conseguir algún voto, cuando ya estaba afectado por la enfermedad. Este desatino, permitió que el pueblo español comprobara de forma directa el triste estado en que se encontraba el que fue Presidente del Gobierno de España en una etapa trascendental para su historia.

Como resumen de lo expuesto, podría afirmarse que la vida de Adolfo Suárez, a pesar de las apariencias, no ha sido precisamente un camino de rosas sino más bien todo lo contrario. Sufrió en su juventud, a causa de la situación familiar. Sufrió en su madurez, por los acontecimientos que han quedado reseñados, con el agravante de la existencia de un problema dental que le daba muchos dolores de cabeza y le impedía saborear el placer de la comida. Solamente disfrutó del triunfo en un breve periodo de su existencia, pero creo que el mismo fue consciente, a posteriori, que no había merecido la pena renunciar a tantas cosas (principios, familia, dignidad, ideales, etc.) para conseguir el objetivo marcado.
Era un excelente comunicador, un cautivador nato y un buen amigo de sus amigos, como lo demostró en numerosas ocasiones. Podría relatar numerosas anécdotas que ratifican esta afirmación.
En mi opinión, el orgullo, la falta de formación y puede que el deseo de revancha, le vencieron en aquellos momentos en los que debía haber actuado con una mayor prudencia y con un mayor sentido de Estado.